Desde su ‘cuartel general’ de la Jiménez Díaz, María Fernández Pose y la responsable de Servicio, la doctora Trasmonte, trabajan con un único lema: «Que se note, pero que no se note»
La vocación de María Fernández Pose por la ciencia está embriagada por el recuerdo lejano de un balneario en Galicia, con ese poso un poco mágico que siempre flota en el aire de aquellas tierras en las que casi, casi, se acababa el mundo. Fue allí, entre remedios milenarios y aguas curativas, donde se plantó la primera semilla de una carrera que hoy vuela como un Boeing. «Mi padre es el dueño del Balneario de Carballo, y desde pequeña siempre estaba con el médico de acá para allá, ayudándole con los pacientes…», explica. «Y tras muchos estudios y sacrificios, lo conseguí».
Hoy, tras haber estudiado en la capital, Boston y Suiza, y a pesar de una juventud que no se estila en estos menesteres (apenas apuntala 33 años en su DNI), María es cirujana maxilofacial y médica de estética en varios hospitales de Madrid. La primera de las especialidades «trata todo lo que tenga que ver con cabeza y cuello». «Una reconstrucción de un rostro tras un accidente, un niño que nace con una malformación…». Le pedimos un ejemplo más concreto. Agárrense a la silla:«Aveces se requiere un colgajo de peroné para reconstruir una mandíbula si se ha resecado por un tumor».
La segunda pata de su especialización está volcada en la medicina estética, que ejerce en el Servicio de Medicina Estética comandado por la doctora Trasmonte Martínez en la Fundación Jiménez Díaz. Y es aquí donde los tratamientos se extienden como la carta de un restaurante de mil tenedores: desde cirugías como blefaroplastias en párpados y ojeras; liftings; retiradas de rellenos antiguos, «como aquellos que se ponían antes las famosas en los labios»; rejuvenecimiento de lóbulos… a procedimientos estéticos como el láser (IPLy CO2 para manchas, resurfacing facial y lesiones en la piel) y rellenos de ácido hialurónico; estimuladores de colágeno; polinucleótidos; tratamientos para grasa localizada; plasma rico en plaquetas…
-¿Y los liftings se siguen haciendo o eso es cosa de las celebrities de los 80?
-Se hacen, y se hacen cada vez más.
-¿Y cuántos años te quitas de encima estirando la piel?
-Es algo más complejo. Se reposiciona músculo y piel y se cose. Pero te puedes quitar 20 años tranquilamente.
-Pero eso se tiene que notar muchísimo, ¿no?
-Ahí viene lo siguiente: el ocultismo. Que se note, pero no se note. Se nota, sí, pero es más un «qué buena cara tienes».
Y es que una de las máximas del Servicio de Medicina Estética de la Jiménez Díaz, donde María trabaja mano a mano con la doctora Trasmonte, es «la medicina estética silenciosa». Como explica Fernández Pose, «buscamos la naturalidad». Y lo que podría parecer una cuestión banal, se ha convertido en un auténtico boom. Las cifras son incuestionables: sólo el año pasado, más de la mitad de los españoles se sometió a algún tratamiento estético. El 27,2% fueron hombres, rompiendo así, poco a poco, el tabú que rodea a la belleza masculina. Y el gasto medio fue de 800 euros.
¿Cuánto hay, pues, de frivolidad, y cuánto de necesidad a la hora perder la virginidad en los trasuntos de la medicina estética? «Hay gente que simplemente quiere verse mejor», señala Pose. «Pero hay personas a las que realmente les cambia la vida; tienen un problema de autoestima y cuando vienen a consulta por primera vez están más desaliñadas, alicaídas… Empezamos poquito a poco, y a medida que se notan los tratamientos, se arreglan más, están más seguros de sí mismos, incluso más felices».
«Nosotros hacemos una medicina estética 360. Al estar integrados en un hospital, si por ejemplo alguien quiere quitarse una mancha y vemos que puede ser sospechosa, tenemos todo el engranaje para que le puedan hacer la prueba correspondiente y descartar algo grave. Y si hay cualquier complicación, como cuando se aplica una anestesia, el hecho de estar aquí siempre es más seguro». Y concluye María: «La estética se ha banalizado mucho, sobre todo en redes sociales, porque lo que viraliza es el exceso, lo polémico, y eso es la excepción. Nuestros pacientes, cuando vienen, siempre dicen: ‘Ay, no quiero que se me note mucho’. Ese es su mayor miedo. Y esa es nuestra filosofía». Lo dicho: la medicina silenciosa.